La piña y el desfiladero

Llegar tarde a la movida

Twitter y Facebook han baneado temporalmente las cuentas de Donald Trump tras el ataque fascista al Capitolio de enero de 2020. Después de que el Presidente animase y jalease a las hordas conspiranoicas para tomar la institución -con tremenda cobardía, por supuesto-, Trump ha desaparecido de las grandes plataformas sociales. Temporalmente, de momento. Ahora se debate intensamente sobre si tendría que ser silenciado para siempre en dichas plataformas. Pero esa no es la pregunta correcta. La pregunta correcta es si es demasiado tarde para hacerlo. En los últimos años la extrema derecha ha elaborado un discurso paralelo de victimismo sobre su presencia en las principales redes sociales: en su habitual bravuconería (que siempre acaba en lloriqueo) se han presentado como víctimas del progresismo, de las fuerzas satánicas pedófilas y nosequé más, cada vez que Facebook y Twitter, ante la presión social, han ejercido tímidos intentos de controlar lo que ya estaba desatado hace tiempo. Mientras el Big Tech dudaba sobre la intensidad de la presión a los fascistas para no ver perjudicados sus negocios, un ecosistema tecnológico alternativo ha prosperado en el nicho de las conspiranoias. Basándose en los abusos sobre privacidad y cuasi monopolio de las tecnológicas, prosperan una serie de negocios supuestamente libres de censura, en la que los grupos de extrema derecha campan a sus anchas, en ambientes creados específicamente para ellos. Gab o Parler son modelos de negocio generados ante la pérdida de privacidad y el impulso de ser diferente, de estar "informado" de las malvadas intenciones pedófilas del stabislhment. Es más posible que las conversaciones y reclutamiento en relación con la invansión de la Institución tuviese lugar en estas plataformas y en Signal, Telegram, etc., que en Facebook o Twitter, aunque las redes sociales "tradicionales" siguen siendo el altavoz masivo para deleite de la prensa tradicional, que continúa buscando enemigos en los que han resultado ser sus mayores aliados en los últimos años. Pero tres preguntas: -¿Es demasiado tarde? ¿Se ha generado ya el suficiente network effect para que la cosa siga funcionando en otros ámbitos mucho más opacos y a la vez se siga extendiendo como la plaga que es? -Las redes fascistas se han mantenido ocultas a plena luz del día en Facebook y Twitter, centralizando en la plataforma el alimento conspiranoico de millones de personas. ¿Puede constituir una comunidad expansiva fuera de Facebook el QAnon? ¿Puede mantener esa destructiva combinación secretismo/viralidad que le ha proporcionado la pasividad de Zuckerberg y compañía? -¿Serán estos nuevos negocios rentables en su expansión? Facebook lo era porque todos estábamos allí, lo que le permitía al chalado de turno mirar vídeos de gatetes monos y preguntar al primo qué tal iba ese lumbago, para un minuto después estar comprándose una camiseta WWG1WGA. El soporte técnico es caro, y cualquier plataforma que presuma de alojar y cuidar a los chalados tiene serio peligro de no encontrar financiación. Tras los incidentes del Capitolio, muchas de las tiendas virtuales que vendían merchandising de Trump le han cerrado las puerta a la familia y sus tazas. La lentitud de las Big Tech para atajar el problema podría haber dado tiempo para generar nuevas infraestructuras, necesarias para que el horror persista. Cuando sepamos qué tal ha ido, de nuevo, probablemente, será demasiado tarde.

Mientras, en España, donde muchos se consuelan diciendo que no se llegará a estos extremos, ayer Macarena Olona, protagonista mediática de Vox, con 52 diputados actualmente en el Congreso, tuiteó TRUST THE PLAN, otra de las consignas del movimiento, estrechamente relacionado con el negacionismo sobre la pandemia y el movimiento antivacunas. Es probable que para la siguiente campaña electoral acuda de invitada a El Hormiguero y charle amigablemente sobre los MENAS con Trancas y Barrancas.

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