La piña y el desfiladero

Lujo

Muchos pobres han querido fingir un estatus superior. Desde las falsificaciones de los polos Lacoste de principios de los noventa a las etiquetas tipo "elegance" de los coches de gama media-baja. Pero los adolescentes disfrazados de narcotraficantes con bolsos de Gucci falsos y cadenas que parecen oro de cien mil kilates están en un nivel que va más allá del fingir que se vive bien. Ellos fingen que viven bien delinquiendo, destruyendo a sus enemigos. Pero sus enemigos no son los ricos que pagan para que los políticos firmen leyes contra los intereses de la clase trabajadora. Sus enemigos son sus iguales, la competencia, en un desarrollo inesperado del mito del joven emprendedor (delincuente).